El otoño es una estación caracterizada por cambios. Se va apreciando cómo el día se acorta, disminuyendo las horas de sol y suelen bajar de forma progresiva las temperaturas, que pueden acompañarse de un aumento de las precipitaciones.
Nuestro organismo debe adaptarse a estos cambios y alteraciones de los biorritmos en un momento en el que para muchos, acaba de finalizar el periodo vacacional. Muchas personas se encuentran sumidas de nuevo en la rutina de un día repleto de actividades, con horarios habituales de trabajo, la vuelta a las actividades extra-laborales y, en muchos casos, el retorno a la actividad física y los entrenamientos.
Existe un trastorno típico de esta época del año que puede afectarnos y que se caracteriza por sensaciones de falta de energía, decaimiento, cansancio, somnolencia, tristeza,… Son síntomas temporales pero que pueden alargarse hasta que el cuerpo se normaliza.
Para acortar el tiempo de adaptación debemos tener en cuenta los siguientes aspectos:
- Dedicar las horas necesarias al descanso y al sueño. Si nuestro sueño no es reparador ni de calidad, existen una serie de consejos básicos que podemos seguir, como evitar la actividad física en horario nocturno, evitar el consumo de carbohidratos refinados en la cena, controlar la hidratación a partir de la tarde-noche…
- Realizar ejercicio físico de forma habitual y adaptado a nuestras características.
- Tomar el sol en la medida de lo posible. La luz solar es responsable del control de algunos niveles hormonales como la serotonina, principal hormona de regulación de biorritmos y el calcitriol obtenido a partir de la vitamina D.
- Vigilar nuestra dieta y hábitos alimenticios, normalizando el horario de las comidas y los alimentos que consumimos.
Respecto a la dieta, recomendamos reducir los alimentos ricos en azúcares refinados, especialmente durante la cena y controlar los excitantes del sistema nervioso como el café, el alcohol,… Es ideal consumir los alimentos típicos de esta estación como las setas, frutas de temporada (como higos, manzanas, uvas, granadas, pomelos, kiwis y limones), las alcachofas, calabaza, boniatos, frutos secos (almendras, nueces, castañas,…) y verduras crucíferas como el brócoli, la col,… No olvidar el consumo de pescado azul como fuente de ácidos grasos omega 3.
En ocasiones puede ser útil recurrir a los complementos nutricionales para tratar de acelerar el proceso de adaptación corporal. Los más habituales suelen ser tónicos y adaptógenos como el ginseng, la jalea real, el romero y las vitaminas B en forma de multivitamínicos. Otros suplementos que pueden ser útiles son el uso de probióticos, vitamina C, omega 3 (DHA) y magnesio.
Rafa Guerra
Fisioterapeuta. Colegiado 2426.
Osteópata D.O.
Postgrado y Especialización en Terapia Regenerativa – PNI (UdG).
Docente en el campo de las Terapias Manuales, Nutrición y Suplementación.
