Tomar el sol es un hábito básico para nuestra salud. Uno de los efectos más estudiados de la exposición solar es que permite que nuestra piel sintetice vitamina D. La vitamina D es una sustancia imprescindible en nuestro organismo ya que es transformada en una hormona (calcitriol) que actuará en prácticamente todas nuestras células y tejidos corporales. Los niveles de calcitriol son directamente proporcionales a nuestros niveles de vitamina D. Así, nuestros niveles de vitamina D marcarán que nuestro cuerpo pueda desarrollarse de forma adecuada.
Los niveles de vitamina D de nuestro cuerpo van a depender de dos factores básicos: la vitamina D que podemos fabricar en nuestra piel (bajo la exposición de los rayos UV) y la vitamina D que obtenemos a través de la dieta. Hasta no hace mucho, la vitamina D se relacionaba casi de forma exclusiva con el metabolismo óseo de nuestro cuerpo. Es necesaria para la absorción y aprovechamiento de minerales (como el calcio) por lo que afecta de forma directa a la masa ósea corporal, a la salud de nuestros huesos y dientes. En los últimos años se han conocido otras funciones que desarrolla, como la regulación de nuestro sistema inmune, del metabolismo de la glucosa o de la transmisión del impulso nervioso. Además, en el ámbito del deporte se ha constatado una gran repercusión de los niveles de vitamina D sobre el rendimiento.
Para disponer de unos niveles óptimos de vitamina D será necesario un correcto aporte a través de nuestra alimentación y una adecuada exposición solar de nuestra piel. Si alguno de los dos no se ajusta a nuestras necesidades, caeremos en niveles deficitarios de vitamina D (calculados en que esta vitamina D esté en sangre en cantidades inferiores a los 20 ng/dl). Es muy habitual estar fuera de unos niveles óptimos de vitamina D (mayores de 30 ng/dl en sangre, aunque algunos estudios actuales cuestionan estos niveles y los elevan hasta los 50 ng/dl). En invierno, cuando vamos más abrigados y una menor superficie de nuestra piel queda expuesta al sol (un sol además con menor nivel de radiación UV), los niveles de vitamina D pueden reducirse hasta un 40% más, incluso aunque nuestra dieta sea adecuada.
De igual forma que en verano controlamos el tiempo que pasamos tomando el sol sin protección para evitar sus efectos perjudiciales (menos de 30 minutos), en invierno debemos también controlar el tiempo de exposición. En este caso, desabrigándonos y permitiendo que el sol llegue hasta nuestra piel, permaneciendo tiempos más prolongados que los permitidos en verano (vigilando a partir de las dos horas). Esto adquiere especial importancia en el caso de practicar deporte ya que sin un nivel óptimo de vitamina D nuestro rendimiento será inferior y no podremos desarrollar todo nuestro potencial.
Rafa Guerra
Fisioterapeuta. Colegiado 2426. Osteópata D.O. (INOVA). Postgrado y Especialización en Terapia Regenerativa – PNI (UdG). Máster en Osteopatía (UNEATLANTICO). Docente en el campo de las Terapias Manuales, Nutrición y Suplementación.