Por: wbase A: marzo 07, 2013 En: Artículos propios Comentarios: 0

Si ya has corrido alguna maratón, sabes muy bien de lo que estoy hablando. Y si vas a debutar en la distancia mítica, muy pronto vas a vivir en tus carnes lo que quiero explicar en este artículo.

Es casi inevitable. Después de 3-4 meses de preparación, con pequeñas lesiones en el camino o sin ellas, a falta de pocos días para la fecha de la competición aparecen molestias o incluso dolores sin entender muy bien porqué. Habitualmente son sensaciones conocidas, “recuerdos” de antiguas lesiones, molestias que no te impiden hacer los últimos entrenamientos pero que te crean incertidumbre y dudas para afrontar los 42195 metros.

Los avances en el estudio neurocientífico del dolor está consiguiendo que se modifiquen paradigmas que hemos venido aceptando desde hace muchísimos años. Tenemos claro que un estímulo nociceptivo (de daño corporal) tiene altas probabilidades de generar dolor cuando llega al cerebro, pero ¿siempre que hay dolor existe una causa nociva que lo provoca? La respuesta es clara: NO.

Nuestro cerebro crea una respuesta dolorosa ante la incertidumbre de un estímulo potencialmente dañino. En palabras de Ramachandran, el dolor es una opinión cerebral. El cerebro interpreta una circunstancia, un movimiento, una presión, una sensación… y decide si es motivo suficiente o no para que el cuerpo active los mecanismos de alerta. Tendemos a pensar que la existencia de dolor implica que algo va mal, pero no siempre es así. Un estímulo dañino suele producir dolor, pero la presencia de dolor no implica la existencia de daño corporal.

Entonces, ¿no hacemos caso a esas molestias que han aparecido? Tampoco es eso lo que quiero transmitir. Debemos estar seguros que no hay una lesión que provoque esas sensaciones. Ante la duda, se debe consultar a un profesional para descartar que una lesión real sea la responsable de esas molestias. Pero una vez descartado el daño, tenemos que empezar a trabajar con nuestro cerebro. Nuestra actitud, nuestros miedos, nuestros prejuicios, nos predisponen a tener dolor. Rompiendo prejuicios y miedos, cambiando la actitud, estamos en el buen camino para hacer desaparecer las molestias. Si tenemos la certeza de que no sucede nada nocivo y el cerebro sigue diciéndonos “algo va mal”, debemos imponer el pensamiento que “el cerebro se equivoca”.

Y, a nivel práctico, ¿que debemos hacer? Enviar a nuestro cerebro mensajes de normalidad. Los entrenamientos de la semana de la maratón no sirven para nada en cuanto a la forma física con la que afrontaremos la carrera. Algunos maratonianos no corren ni un sólo metro en los días previos a la prueba. Pero en estos casos yo recomiendo hacerlos, ya que son necesarios “para las sensaciones”. Esos trotecillos suaves de 30 minutos están enviando a nuestro cerebro certidumbres de ausencia de daño. Están “curando” nuestro dolor. Igualmente, podemos enviar inputs positivos visualizándonos entrando en meta, corriendo a buen ritmo, sonriendo mientras rodamos… cualquier cosa que evite seguir dándole vueltas a nuestros miedos, esos que no hacen otra cosa que sensibilizar nuestro cerebro y predisponerlo a sentir dolor.

Quizás sea una simplificación excesiva de un sistema bastante más complejo, pero espero que esta lectura sirva para alejar “fantasmas” a más de un maratoniano/a y le permita centrarse en lo realmente importante: Disfrutar plenamente de una carrera que es única.

Víctor Millán Marco
Fisioterapeuta (Colegiado CFC 1.281)
vmillan@fisiologic.com
@barceruel || @fisiologic

——————————————————————————————————————————

Referencias:

http://arturogoicoechea.wordpress.com/

http://edupain.wordpress.com/

Explain Pain. David S. Butler, Lorimer Moseley. Noigroup Publications. 2003.