La flexión dorsal de tobillo o dorsiflexión (DFROM) es un movimiento en el plano sagital, es decir, se puede ver de perfil; en el que la tibia y la cara dorsal del pie se aproximan. El rango articular es de entre 20 y 30º, considerando un rango mínimo los 10º con la rodilla extendida.
Existen diferentes formas de medir la flexión dorsal, pero uno de los métodos más utilizados es el Weight-Bearing Lunge Test (WBLT) (Figura 1). Este test permite medir el DFROM en carga, tiene una fiabilidad muy alta y, por tanto, es fácilmente reproducible. Consiste en colocar una marca a 10 cm de la pared y situar el dedo más largo en esa marca, posteriormente se aproxima la rodilla a la pared sin levantar el talón y manteniendo la alineación de la rótula con el segundo dedo del pie, y medir a cuánta distancia queda la rodilla de ella. Un detalle a tener en cuenta, es intentar percibir donde notamos el “tope” de la articulación, si es a nivel de la parte posterior de la pierna o es en la cara anterior de la articulación del tobillo. Este mismo ejercicio de valoración puede utilizarse como tratamiento.
Figura 1
Para realizar este gesto intervienen distintas estructuras articulares, músculo-tendinosas y nerviosas. Una limitación en su rango de movimiento podría comprometer a dichas estructuras del miembro inferior y del tronco. Además de aumentar el riesgo de lesión, puede comportar a una reducción del rendimiento deportivo y, por tanto, no alcanzar el nivel de actividad deseado.
Relación entre DFROM y patologías
La limitación en el DFROM se relaciona con múltiples patologías del miembro inferior. El tobillo no es la única estructura comprometida, el pie, la rodilla y la cadera también sufren esta influencia en su biomecánica. Su importancia en los diferentes movimientos cotidianos o gestos deportivos, hace que sea uno de los factores etiológicos modificables con mayor impacto en las lesiones en las que el pie está en contacto con el suelo, estamos en un aterrizaje o primer apoyo (Figura 2).
Cuando hay una disminución de este rango de movimiento, puede facilitar a la aparición de dolores inespecíficos, lesiones por traumatismo indirecto o dolores asociados con el sobreuso de alguna estructura. Esto da paso a dolores anteriores de rodilla, aumenta el riesgo de lesión del ligamento cruzado anterior, tendinopatías (aquilea, rotuliana, glúteo medio), esguinces de tobillo e inestabilidad crónica, etc.
Figura 2
Relación del DFROM y el rendimiento deportivo
El rendimiento deportivo también se ve muy afectado, debido a que está limitación no permitirá mover el tobillo con la suficiente libertad, repartir las cargas y generar fuerzas de la forma más eficiente; por tanto, tendrá un claro efecto sobre el poder rendir al nivel deseado (Figura 3).
Figura 3
Origen de la hipomovilidad
El origen puede deberse a uno o varios factores. Para valorarlo de la forma más específica posible debe contactar con su fisioterapeuta, es quien le ayudará a reconocer el origen de dicho déficit y le dará las herramientas para poder mejorar.
Simplificando, podría ser por: hipomovilidad músculo-tendinosa, por tensión neural, o de origen articular (extraarticular o intraarticular).
En función de los elementos responsables, será más efectivo hacer un tratamiento u otro.
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Daniel Pantaleón Hernández
Fisioterapeuta
Col·legi de Fisioterapeutes de Catalunya (13150)